Otras historias y leyendas
La Cueva del Ladrón: el bandolero Joan Serra
Se dice que en una cueva próxima a la fuente de la Pasquala, en un lugar hoy día de difícil acceso por la gran cantidad de vegetación y pinar que ha crecido, vivió el temible bandolero vallense Joan Serra, más conocido con el renombre de la Pera. Esta cueva, si uno la conoce bien, es un lugar perfecto para esconderse, tiene diversas salas y salidas al exterior por lugares de acceso más difícil.
Joan Pera se refugió durante mucho tiempo. Cuando el Somatén supo de su escondite fueron a capturarlo, pero los pudo engañar ya que conocía la cueva a la perfección.
Se explica que no hace demasiados años se encontraron dos pistolas escondidas.
(Extracto del libro Leyendas de la Conca de Barberà de Rosa Mª Canela)
El Sant Crist de la Sang de Montblanc
La Cofradía y Congregación de la Purísima Sangre, de Montblanc, tenía en la iglesia-hospital de Sant Marçal un cristo que era muy venerado. A la Guerra Civil, el 19 de julio de 1936, fue quemado, pero antes de hacer hacia la hoguera, dos montblanquins con los fusiles le rompieron las piernas, y lo tiraron al fuego.
Otra versión explica que antes hicieron burla, lo cogieron y colocaron delante suyo la imagen de la Virgen de los Dolores, cara a cara, como si fueran una pareja, exclamando: ¡"mirad cómo bailan"!"cuál par mejor avenida"!. Se dice que como el cristo era más alto que la otra imagen, le rompieron las piernas a golpes de culata, para seguir el juego. Cuando se cansaron cargaron todas las imágenes en un camión y se las llevaron para tirarlas al río y quemarlas.
Cuentan que estas dos personas murieron pronto. Uno en la guerra, con las piernas destrozadas por un obús, y poco después el otro, mientras cazaba se le enroscó la escopeta, accidentalmente le disparó a las piernas y murió gangrenado a causa de las heridas. Los hechos, en los dos casos, se interpretaron como un castigo divino por su fechoría
(Extracto del libro Leyendas de la Conca de Barberà de Rosa Mi Canela)
Los estudiantes y el Sant Crist de la Sang
Del primer Sant Crist de la Congregación de la Purísima Sangre, se explica una leyenda que lo fecharía a comienzo del siglo XVII.
La tradición popular explica que unos estudiantes que iban de paso hacia la universidad de Cervera, al pasar por Montblanc pidieron hacer estancia a casa el Español, en la calle Major. Cuando los amos les alquilaron una habitación, los estudiantes pidieron que no fueran molestados, y que no les llevaran nada de comida a su cámara.
Al cabo de un par de días, viendo que no se oían voces ni ningún ruido en la habitación, forzaron la cerradura de la puerta y encontraron un cristo, pero de los estudiantes no había ni rastro. La imagen fue llevada a la iglesia, y a partir de entonces los de casa el Español se encargaron de su altar. El Jueves Santo, cuando salía en procesión, los hombres de la casa eran los portadores, y al pasar por delante de la casa giraban la imagen de cara, mirando "su casa ".
(Extracto del libro Leyendas de la Conca de Barberà de Rosa Mi Canela)
Las torres descabezadas de Montblanc
Dicen que tiempo atrás, las torres de Montblanc habían sido descabezadas por su parte superior, como consecuencia de un castigo que Poblet impuso en la villa ducal.
Los bosques del monasterio eran sitio de constantes disputas y riñas entre los habitantes de la zona y los guardias y monjes de Poblet. Allí los montblanquins iban a hacer leña, derecho que habían alcanzado a fuerza de reivindicaciones. Pero a menudo el monasterio hacía caso omiso, porque se sabía amparado por la nobleza. La indignación por parte de los habitantes de Montblanc iba creciendo, y la gota que colmó el vaso fue no sólo no permitirlos coger leña, sino las lesiones con que muchos montblanquins volvían, y la muerte de dos de ellos por los guardas del bosque. El ambiente y los ánimos se encendieron hasta tal punto que los del pueblo tomaron la justicia por su cuenta y se vengaron, mataron al guarda del monasterio, causaron importantes daños al ganado y al recinto del monasterio; quemaron una capilla, granjas y se llevaron frutos y animales, en medio de un combate encarnizado entre los montblanquins y los del monasterio. Así, Poblet pagaba la fechoría a los habitantes de Montblanc. Pero la historia no se acabó aquí ni mucho menos; los monjes de Poblet pidieron que el rey castigara Montblanc por el ataque, los destrozos y las muertes causadas y el monarca, presionado por el fuerte vínculo con el monasterio, obligó a la villa ducal a pagar una gran multa, y además ordenó que fueran descabezadas las torres de Montblanc. Este enfrentamiento, sólo fue uno de tantos que tuvo el monasterio con los pueblos de la región.