Otras historias y leyendas

La cueva del Lladre y el bandolero Joan Serra
Cerca de la fuente de la Pasquala, en una zona boscosa, se encuentra la conocida Cueva del Lladre, un lugar vinculado al legendario bandolero de Valls Joan Serra, apodado la Pera. Se dice que el bandolero se escondió allí durante mucho tiempo, aprovechando la estructura de la cueva, que cuenta con varias salas y salidas ocultas.

Cuando el sometent (cuerpo de personas armadas de los siglos XVI-XVIII) descubrió su escondite e intentó capturarlo, la Pera logró engañarlos gracias a su conocimiento del terreno. La leyenda cuenta que, no hace muchos años, se encontraron allí dos pistolas escondidas, lo que refuerza su conexión con esta figura histórica del bandolerismo catalán.


El Sant Crist de la Sang y el castigo divino
En la iglesia-hospital de Sant Marçal de Montblanc, la Cofradía de la Puríssima Sang custodiaba un Cristo crucificado muy venerado. El 19 de julio de 1936, al inicio de la Guerra Civil, el Sant Crist de la Sang fue destruido. Se dice que dos hombres armados lo rompieron antes de lanzarlo al fuego.

Otra versión cuenta que se burlaron colocándolo frente a la imagen de la Virgen dels Dolors, simulando que bailaban, y le rompieron las piernas a golpes de culata para igualar las figuras. Luego cargaron todas las imágenes en un camión y las quemaron o arrojaron al río.

Según la leyenda, esos dos hombres murieron trágicamente poco tiempo después: uno en la guerra, con las piernas destrozadas, y el otro por un disparo accidental durante una cacería. Estas muertes han sido interpretadas como un castigo divino por la profanación de las imágenes religiosas.


Las torres mutiladas de Montblanc
Otra leyenda explica por qué algunas torres de la muralla de Montblanc aparecieron mutiladas. Según la tradición, esto fue un castigo impuesto por el monasterio de Poblet a raíz de un grave conflicto con los habitantes de la villa.

Los habitantes de Montblanc habían conseguido el derecho a recoger leña en los bosques de Poblet, pero los monjes a menudo lo impedían. La situación se agravó cuando, además de negarles el acceso, varios vecinos fueron agredidos y dos de ellos murieron a manos de los guardias del monasterio.

La respuesta del pueblo fue contundente: atacaron el monasterio, quemaron una capilla, asaltaron granjas y se llevaron ganado y cosechas. Como represalia, el rey, presionado por Poblet, ordenó mutilar las torres de Montblanc e impuso una elevada multa al municipio. Este enfrentamiento forma parte de una larga historia de tensiones entre Poblet y los pueblos vecinos.


Fuente: Llegendes de la Conca de Barberà, de Rosa M. Canela